En 1869 Víctor Hugo escribió El hombre que ríe. Pero, ¿de qué hablaba Victor Hugo en esta pieza literaria? De los comprachicos o comprapequeños, como también los llamaba, haciendo uso de una palabra compuesta española. Por eso lo primero que hizo el autor fue explicar el significado de esta palabra: “Comprachicos, lo mismo que comprapequeños, es una palabra española compuesta. Los comprachicos comerciaban con los niños. Los compraban y vendían. No los robaban. El robo de niños es otra industria. ¿Y qué hacían con esos niños? Monstruos. ¿Para qué monstruos? Para reír […]. El siglo XVII, llamado el gran siglo, fue una de esas épocas. […]Había criadores. Se tomaba a un hombre y se hacía de él un aborto […] Se comprimía el crecimiento, se modelaba la fisonomía. […] Compraban chicos, trabajaban un poco esa materia prima y la revendían luego. […] Durante largo tiempo los comprachicos sólo se ocultaban al medias. Hay a veces en el orden social una penumbra complaciente para las industrias infames; se conservan en ella. En nuestros días hemos visto en España una asociación de esa clase dirigida por el trabucaire Ramón Sellés y que duró desde 1834 hasta 1866, y durante treinta años mantuvo bajo el terror a tres provincias: Valencia, Alicante y Murcia. […] eran una asociación más bien que una horda […] Eran toda el hampa del universo que tenía por industria el crimen. […] Errar era la ley de vida de los comprachicos. Aparecer y luego desaparecer […] Los comprachicos eran pobres. […] Tal vez, inclusive, probablemente, sus jefes, los desconocidos, los empresarios en gran escala del comercio de niños, eran ricos. […] Quien al presente deseara saber más acerca de los comprachicos no tendría que hacer más que ir a Vizcaya o a Galicia. Como había muchos vascos entre ellos, es en esas montañas donde perdura su leyenda. Todavía se habla de los comprachicos en Oyarzun, Urbistondo, Lezo y Astigarraga. […] Los comprachicos, como los cíngaros y los gitanos, se daban citas; de vez en cuando los jefes conversaban. En el siglo XVII tenían cuatro puntos de encuentro principales: uno en España, el desfiladero de Pancorbo; […] Los comprachicos, insistimos, no tenían nada que ver con los gitanos. […] eran un compuesto de todas las naciones […] Sobresalían en las desapariciones. El bien del Estado quiere desapariciones de vez en cuando […] Eran además muy discretos y taciturnos, se comprometían a mantener silencio y cumplían su palabra”.
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